Nuestra ciudad se suma a la Acción Global por el Clima
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“La concentración ha contado con la lectura de un manifiesto genérico firmado por Juventud Por El Clima–Fridays For Future España, canciones entonando letras reivindicativas, intervenciones por partes de colectivos, reclamaciones de asociaciones de vecinos y para culminar el acto, hemos bailado juntas protestando que #NoMásPromesasVacías.

Sanlúcar, se suma a la iniciativa mundial convocada por Juventud Por El Clima–Fridays For Future.
Colectivos sociales, vecinos y personas a titulo individual, se han acercado a la concentración prevista en la Calzada Duquesa Isabel, para insistir que estamos ante una emergencia climática y que debemos de actuar con urgencia.
La concentración ha contado con la lectura de un manifiesto genérico firmado por Juventud Por El Clima–Fridays For Future España, canciones entonando letras reivindicativas, intervenciones por partes de colectivos, reclamaciones de asociaciones de vecinos y para culminar el acto, hemos bailado juntas protestando que #NoMásPromesasVacías
«Piensa global, actúa local». Localizar lo global, pero también globalizar lo local.
Manifiesto genérico: Trabajo y clima
En los últimos meses, nuestro mundo ha experimentado un cambio sin precedentes. La pandemia de la COVID-19 ha hecho tambalear los cimientos de nuestro sistema. Se han evidenciado las debilidades y contradicciones de una economía depredadora que se encuentra al límite del colapso; de un sistema neoliberal que precariza los servicios públicos y crea grandes desigualdades; de un sistema patriarcal que infravalora e invisibiliza los trabajos de cuidados necesarios para la vida; de una globalización que se sostiene sobre la explotación del territorio y las personas, que globaliza también la catástrofe, en forma de pandemia, de cambio climático o de inestabilidad económica, e incrementa la vulnerabilidad en todo el mundo . El virus no es causa, sino consecuencia de una crisis sistémica profunda, y supone un cambio de paradigma que apenas empezamos a comprender. Necesitamos abandonar un sistema que descarta a las personas y destruye el planeta, y caminar hacia la justicia social y climática para poner en el centro los colectivos más vulnerables y garantizar el derecho a una vida digna.
La emergencia climática ya era una expresión de esta crisis sistémica. El desastre se advertía desde hace décadas en los numerosos informes científicos, en el constante flujo de personas obligadas a abandonar sus lugares de origen o en las voces de quienes resisten ante empresas y políticas extractivistas que son impulsadas y consolidadas a través de acuerdos internacionales de comercio e inversión. Ahora, la pandemia nos coloca en un punto de inflexión crítico en el que, más que nunca, nos jugamos el futuro.
Nos enfrentamos a un amplio espectro de escenarios posibles y no podemos bajar la guardia: está en nuestras manos impulsar un cambio que avance hacia un proyecto ecosocial, justo y democrático, o bien que nuestra inacción nos lleve hacia el agotamiento definitivo de los recursos que sostienen la vida y a un agravamiento importante de la exclusión social y la vulneración de los derechos humanos.
Ante esta situación, hace falta que transformemos uno de los ejes estructurales de nuestro sistema: el trabajo, que hoy está estrechamente asociado a la precariedad, la desigualdad y la destrucción del territorio, y se sitúa de espaldas a la vida. Pero un nuevo modelo laboral justo y ecológicamente sostenible no se puede basar en una aparente descarbonización de las actividades empresariales No podemos caer en las atractivas falsas soluciones del capitalismo verde, que nos hablan de los milagros imposibles y de los adelantos tecnológicos sin tener en cuenta su elevado coste energético y material ni los efectos sobre nuestras vidas. Por el contrario, es imprescindible reducir nuestro consumo de materiales y energía, acompañándolo de una redistribución del trabajo que garantice puestos de trabajo compatibles con una vida digna para todas las personas.
Avanzar en el proceso de descarbonización de la economía, desde los combustibles fósiles hacia las energías renovables y la movilidad sostenible, tiene que ir acompañado de medidas de transición justa para las personas trabajadoras y las zonas afectadas por esos cambios.Este nuevo modelo tiene que estar basado en procesos sostenibles que partan de comprender que somos cuerpos interdependientes y ecodependientes, generando sinergias con el entorno y entre las personas. La riqueza resultante tiene que distribuirse equitativamente y estar al servicio del conjunto de la población mundial mediante una fiscalidad justa, entre otros mecanismos.
El modelo industrial: hay que hacer frente a la deslocalización de la producción, la obsolescencia programada, la desmesurada explotación de recursos y producción de residuos. El cierre o la transformación de las industrias no tiene que significar dejar a las trabajadoras en la calle, lo que implica su reinserción en un tejido económico más local y una producción y empleo más sostenible, estable y de calidad, que se oriente al interés general con tomas de decisión públicas y democráticas.
Los cuidados: es fundamental situar los procesos del sostenimiento de la vida en el centro de un nuevo modelo de trabajo. Estos procesos esenciales han estado y son mayoritariamente asumidos por mujeres y personas migradas, consolidando una división sexual y transnacional del trabajo, pero son responsabilidad de todas las personas. Visibilicémoslos. Revaloricémoslos. Redistribuyámoslos. Construyamos modelos basados en la cooperación, la solidaridad local y global, y la interdependencia, como las redes de apoyo mutuo vecinales, comunitarias o internacionales, que han sido esenciales para muchas personas durante la pandemia. No podemos avanzar hacia una transición ecosocial, internacionalista y feminista si seguimos prescripciones económicas obsesionadas con el rendimiento y la maximización de los beneficios. Tenemos que adoptar criterios de evaluación económica que nos hablen de vidas dignas, que aseguren el pleno cumplimiento de los derechos humanos, el bienestar general y el estado del medio ambiente, no solo el crecimiento del PIB.
El sector primario: no olvidemos su papel fundamental en el sostenimiento de la vida. Es esencial avanzar hacia un modelo con prácticas más respetuosas con sus trabajadoras y con el territorio y los ecosistemas. Frente a las lesivas leyes sobre los usos del suelo, el impulso de la industrialización del campo o los tratados bilaterales de comercio que incrementan el impacto climático y social de la producción de alimentos es necesario un modelo basado en la soberanía alimentaria, en la producción de proximidad y sostenible, ecológica y que ponga en el centro los derechos y el bienestar tanto de las personas que trabajan como de las consumidoras, la protección de la biodiversidad y la fertilidad de la tierra. Avancemos hacia una recuperación de las soberanías sobre los bienes comunes esenciales, como el acceso a la tierra, el agua y la energía: no los queremos en manos de grandes empresas privadas que explotan y especulan.
El turismo: este sector se ha visto profundamente afectado por la COVID-19. Se han puesto de manifiesto los peligros de la fragmentación y sobre-especialización económica en una actividad tan frágil y estacional como es el turismo. Aun así, miles de ciudadanas hemos tenido la posibilidad de disfrutar de nuestros barrios, pueblos y ciudades como nunca en mucho tiempo. Reiteramos nuestro convencimiento que hay que apostar por un modelo de intercambio y movilidad sostenible, socialmente justo y que responda a las realidades territoriales concretas; un modelo respetuoso con aquello local, que potencie el ocio y la cultura populares sin mercantilizarlos. No queremos ser ciudades escaparate. La transición hacia este nuevo modelo no tiene que destruir indiscriminadamente la pequeña economía, ni derivar en un monopolio multinacional del sector.
El sector público: la pandemia ha demostrado la importancia y necesidad de blindar los servicios públicos que dan cobertura a los derechos fundamentales de la población que, siendo esenciales, han sido objeto de múltiples recortes y privatizaciones en los últimos años. En un contexto mundial donde las crisis sociales, económicas y ecológicas se acentuarán cada vez más, es imprescindible consolidar y ampliar los servicios públicos. Tienen que ser capaces de dar respuesta a la totalidad de la población, y especialmente a las personas más vulnerables que sufren en mayor grado las consecuencias de las crisis. Una respuesta que debe ser equitativa, suficiente y eficiente, sin importar el origen, la etnia, el género, la orientación sexual, su ideología, sus creencias religiosas y/o la clase social.
Tenemos que estar alerta. En estos tiempos de transformación, la lucha por el futuro toma más relevancia que nunca. No podemos aceptar las viejas recetas neoliberales, por mucho que ahora se disfracen de verde. No podemos conformarnos con falsas soluciones que aprovechan la crisis para concentrar todavía más poder en pocas manos, que no miren por el bien común, sino por la preservación de un sistema que nos aboca al desastre ecosocial. Necesitamos poner la mirada en las personas en situación de mayor vulnerabilidad, pobreza y exclusión aquí y en todo el mundo. Es momento de organizarnos. Es momento de impulsar el cambio que queremos, un cambio que ponga en el centro a las personas, los cuerpos, los territorios y la Tierra, sin dejar a nadie atrás.
Activas y organizadas, seguimos luchando por la vida.
Ecologistas en Acción de Sanlúcar de Barrameda nos unimos a la ACCIÓN GLOBAL POR EL CLIMA.
Sin olvidar la gravedad de la crisis que estamos viviendo, no queremos dar la espalda a la crisis climática y de biodiversidad, que amenaza la vida en la Tierra. Debemos comenzar a construir un futuro común desde la justicia climática y social. Porque la salud y la vida de las personas, están por encima de TODO.
En Sanlúcar de Barrameda la inacción y la falta de transparencia ha dominado la política municipal del equipo de Gobierno y más concretamente la del Delegado de Medio Ambiente, Rafael Louzao.
Durante los últimos años se ha exterminado decenas de árboles en todo el término Municipal.
Los vertederos incontrolados proliferan cada día.
Contaminación del estuario del Guadalquivir por incapacidad de eliminar los emisores ilegales al mar.
Suciedad en la ciudad.
Incapacidad para mantener la planta de residuos agrícolas, después del incendio, ha tardado más de un año en limpiarla.
Degradación de los pinares y lagunas de Bonanza. Extracciones ilegales de arena.
Falta de comunicación con personas y colectivos. El Consejo Asesor de Medio Ambiente sin convocar desde más de diez años.
Desde Ecologistas en Acción proponemos una ciudad más sostenible donde el Urbanismo sea el punto clave y que la Política Municipal sea el punto clave de transformación, apostando por más participación.
Necesitamos un espacio diverso con infraestructuras previstas desde la Política local, en lugar de estar ocupada mayor o generalmente por coches, para que la Ciudadanía desee estar en sus calles y pase tiempo en ellas, independientemente de la edad y contexto.
Reencauzar el Urbanismo hacia una ciudad que quiera ser vivida y recorrida.
Necesitamos con urgencia conservar nuestras Áreas Naturales porque el 80% de la biodiversidad de nuestro Planeta vive en los Bosques. Sin biodiversidad no hay vida. Nuestros bosques regulan el clima, protegen el terreno ante lluvias y corrimientos de tierra, sobre todo contribuye a absorber la emisión de CO2.
Reclamamos la adopción de medidas contundentes para la pérdida de biodiversidad. El ejemplo más cercano lo tenemos en un Parque Periurbano para Sanlúcar, es urgente una figura de protección. No más dilaciones por parte del Gobierno Municipal y Autonómico.
Hacemos un llamamiento a la Sociedad para que se conciencie de la necesidad de tomar medidas para exigir la Conservación de la biodiversidad Marina y Terrestre de la que todos los seres humanos dependemos para nuestra Supervivencia.
La Borraja
Desde Marea Violeta, desde el feminismo, no podemos dar la espalda a la crisis climática y de biodiversidad que amenaza la Tierra.
Porque cuando hablamos de crisis ecológica hablamos también de crisis social, crisis cuya raíz es la oposición entre la acumulación de capital y la vida.
Lo que llamamos progreso y bienestar ha sido un proceso de expolio de otros países, países empobrecidos cuyos recursos naturales han sido saqueados y a los que ahora, desde la Europa privilegiada, cerramos la puerta cuando vienen huyendo de la guerra y la miseria.
La desigualdad también se profundiza dentro de los territorios llamados del bienestar, personas en exclusión, en desempleo o con trabajo que te mantiene en la pobreza.
Desigualdad de género, todo lo que se deja de atender con dinero público pasa a ser atendido dentro de los hogares, dentro de las familias, y dentro de las familias fundamentalmente las mujeres que se encargan de atender las necesidades vitales de las personas.
Desde el feminismo vemos con claridad la necesidad de repensar el modelo de convivencia, tomar conciencia de las relaciones de ecodependencia y de interdependencia que sostienen la vida humana.
Los seres humanos somos ecodependientes, no podemos vivir al margen de la naturaleza; y somos interdependientes, tenemos cuerpos vulnerables que necesitan cuidados, cuerpos que no pueden sobrevivir si no es porque hay personas a nuestro alrededor que a lo largo del ciclo vital se ocupan de ellos, especialmente en la infancia, la vejez o cuando existe enfermedad o diversidad funcional.
No podemos vivir si no hay personas que cuidan. Dependemos de la naturaleza y dependemos del resto de las personas.
Hemos de pensar en otro modelo de vida; asumir que nuestro planeta es finito, que estamos sobrepasando los límites físicos del planeta y que hay dos formas de enfrentar esta realidad: La via fascista, el sálvese quien pueda y que aquellas personas que tienen poder sigan sosteniendo su forma de vida material a costa de que cada vez más gente quede expulsada, o una segunda vía, solidaria, organizada y que apueste por un cambio radical del sistema económico y social que ponga los cuidados verdaderamente en el centro.
Como sociedad hemos de preguntarnos cuáles son las necesidades que tenemos las personas, qué hace falta producir para satisfacer las necesidades de todos y todas y cuáles son los trabajos socialmente necesarios para satisfacer esas necesidades.
Hemos de crear y organizar un modelo productivo diferente, ligado a la vida y a la satisfacción de las necesidades y que recoja también los trabajos socialmente necesarios que se desarrollan de forma oculta dentro de los hogares y que son realizados de forma invisible mayoritariamente por mujeres.
Cuidar los seres humanos y cuidar el resto del mundo vivo, los ecosistemas, los animales, la vida al margen de los mercados, pues los mercados solo dan valor a aquello que se le puede poner precio.
Hay que romper con los valores imperantes, tener presentes los conceptos de ecodependencia e interdependencia, hacer un ejercicio colectivo que vaya en la lógica de los bienes comunes, replantear el concepto de bienestar, organizar la vida en común en torno a los cuidados de los seres humanos y de la tierra que habitamos; de ello depende la supervivencia del planeta y las condiciones dignas de vida de grandes sectores de la humanidad.
Por un mundo más justo, más igualitario, avancemos desde la rebeldía, en la búsqueda de otro mundo posible.
Plataforma Agua Clara